Cada año, el 8M representa un desafío para las marcas: cómo hablarle a la mujer sin hablar por ella. Cómo decir algo con peso sin caer en frases cómodas. Decidimos enfrentar ese reto con una sola verdad: empoderar no es imponer una voz, es amplificar todas las que ya existen.

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Así nació la idea de mostrar a una sola mujer interpretando a todas las que la habitan. Katherinne González se convirtió en sus propias versiones: la divertida, la fitness, la diva y la perfeccionista. Cuatro voces distintas, contradictorias, reales. Todas viajando en un mismo trayecto. Todas dentro del Geely Coolray.

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El vehículo dejó de ser un simple producto para transformarse en escenario emocional. Cada función —desde sus modos de manejo hasta la cámara 580° o el sistema de sonido envolvente— se integró como respuesta a una necesidad distinta. No fue un comercial sobre carros. Fue un statement sobre cómo una marca puede adaptarse, escuchar y evolucionar junto a las mujeres que la eligen.

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La ejecución combinó narrativa audiovisual, actuación emocional y diseño funcional. El resultado fue una pieza honesta, íntima y poderosa. No gritó por atención. Generó identificación. Porque cuando el mensaje nace desde el respeto y la empatía, conecta sin necesidad de adornos.

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Geely no quiso definir a la mujer moderna. Quiso acompañarla en cada versión que decide ser.